Diversas bandas criminales continúan imponiendo un legado de terror y violencia en el país.
Líderes religiosos que llevan a cabo sus actividades en zonas con altos índices de inseguridad brindan sus testimonios en el anonimato por temor a represalias. Siguen denunciando ser víctimas de extorsión, secuestro y constante monitoreo.
Estos grupos criminales, además de buscar el control de territorios por medio de la violencia, han aprovechado el contexto de la emergencia sanitaria para desplegar ayuda a las poblaciones más vulnerables, buscando con ello contar con el apoyo de las diversas comunidades en las que tienen presencia, legitimarse, y convertirse en la autoridad de facto.
En estos contextos es mucho más fácil que líderes religiosos se conviertan en víctimas de estos grupos de manera impune, sobretodo cuando sus actividades inspiradas en su fe contradicen abiertamente la lógica criminal de las bandas.